¿Para qué meditar?

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Muchas veces he escuchado esta pregunta, ¿Para qué voy a meditar? Y no es la pregunta que hace referencia a los beneficios que se pueden obtener a través de ella; que dígase a propósito son demasiados y mucho he hablado de ellos. Más bien se refiere a cuál es la motivación u objetivo personal por el cual decidirse iniciar esta práctica.
Si la mente nunca deja de tener pensamientos y la meditación no la puede silenciar, para qué meditar me dijo en alguna ocasión un amigo. Esta es la respuesta de muchas personas y la razón por la cual en muchas ocasiones incorporar esta práctica como hábito puede resultar un fracaso.
Fracaso porque no se plantea un propósito concreto, más allá de los beneficios; sino más bien que se quiere alcanzar a través de ella: mayor salud para disfrutar de más años de vida, serenidad para mejorar la comunicación con mis hijos y/o pareja, dormir mejor para que el estado de ánimo permita disfrutar un nuevo día; las razones pueden ser infinitas.
Pero si no se logra identificar con precisión ese propósito, corremos el riesgo de que fracase y peor aún de perder aún más confianza y credibilidad consigo mismo.
Adoptar un nuevo hábito sobre todo cuando es saludable requiere de muchos elementos: identificar un propósito, hacer un plan de implementación, acompañarse de alguien experto en el tema y también de crear una red de apoyo que te acompañe en el proceso. La mayoría de las veces el enfoque se centra en todo “lo que perderé” si lo hago y no en “lo que ganaré”; recuerda estás programado para ahorrar energía, para evitar riesgos y mantenerte a salvo, a mantenerte en tu zona de confort donde se pierde la libertad y la posibilidad de crecer.
Aun cuando la humanidad se ha proclamado como ser buscadora de la libertad como un fin común, la mayoría de nosotros vivimos limitados a los patrones, hábitos y creencias que nos impiden adoptar prácticas que aun sabiendo traerán grandes beneficios nos exigen esfuerzo, compromiso y disciplina. Siempre será más fácil permanecer en lo cómodo aunque no nos haga libres ni felices.
La meditación es un camino de autoconocimiento, un lenguaje sin palabras que te invita a verte al espejo y mirarse con honestidad, a dialogar con tu ser más profundo y verdadero; sin duda, un camino a la libertad.
Atrévete a dar ese salto al vacío a explorar dentro de ti, a enamorarte de quien realmente eres, sin miedo, con compasión y desde el amor.
Me viene a la cabeza la pregunta que hace Brendon Burchard en su libro “El manifiesto de la motivación”: “Si se nos ha dotado del corazón valeroso de un león, ¿por qué vivimos como ratones?”.
Reclama tu poder, identifica tu propósito y usa la meditación como un hábito superpoderoso que te puede acercar a él.